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[Dicho por Rab] La Future Architecture Platform es una institución eslovena financiada por el Creative Europe Programme of the European Union. Ahí, arquitectos e investigadores de diseño de todas partes del continente se reúnen para presentar a los curadores de decenas de museos europeos de arquitectura, arte contemporáneo y diseño sus propuestas de investigación para ser convertidas en potenciales exhibiciones.
Mi proyecto The 0.75 Scale fue seleccionado entre los 15 para presentación, y ahí hablé sobre los ejemplos de desidia ergonómica que había observado en los Países Bajos, contrastados con casos de inclusión y adaptación en Japón. Por ejemplo: la medida de las barras de auxilio en los metros de Ámsterdam y Osaka.
Para muestra, una de las partes de la propuesta.
And then last year I was in Japan, and within two hours of getting there I realised what was wrong: the metro cars in Amsterdam weren’t designed for me. In 2013 the GVB, the city’s metro company, purchased some new M5 Metropolis trains from Alstom, and there are now 28 in total running. Whereas the previous M4 models had rows of chairs in a 2-1 formation perpendicular to the walls, which created a series of handrails in short succession, these new trains have seats running parallel to the walls, with a few vertical handrails spaced in wider gaps, and then, a horizontal top bar running through the train. The problem is, the carriage is 3.7 metres tall and the bar is placed so high that only tall people can reach it. During rush hour, a crowded train is a safety hazard for shorter people, because we have nowhere to hold on to. There are still several M4 trains running and you still see people holding on to the bars there for dear life; in the M5 trains, only a few tall men hold on to them. So, I’ve seen Indian men falling on top of their children, and small Filipino women flailing their arms to reach a bar that just isn’t there. But make no mistake: this was a bespoke choice. The M5 is also used in places such as Singapore, where the model was customised to adapt to different heights, and ironically, even in my native city, Santo Domingo, where a similar height adaptation was requested. So this tall measure was chosen by the local authorities.

Si el diseño de empaque comprende los últimos 10 segundos de mercadeo de todo objeto en venta, ¿será que un billete de lotería puede venderse más o menos dependiendo de la ilustración que lleve en su cara? Esa fue la pregunta principal detrás de la investigación El diseño del azar, un proyecto realizado para el programa Curando Caribe.
En uno de los párrafos del ensayo resultante comienza una de las conclusiones que desafía todo enganche visual: el amor de quienes juegan billetes no entra por los ojos, sino por los oídos.
Una de las técnicas que compartían los billeteros durante la época dorada del instrumento era pasar temprano en la mañana, con el sol todavía escondido, para ir susurrando los terminales que tenían en su fardo. Ya que muchos jugadores apuestan a un número porque piensan haberlo recibido en sueños, las personas que a las cinco de la mañana pensaban haberse soñado con el 25 —en realidad, la voz del pregonero en la ventana los atrapaba en esa etapa de semi-conciencia adormecida, justo antes de despertar— corrían a comprarlo cuando escuchaban al billetero ofrecerlo en su segunda vuelta por la calle, ya entre siete y ocho. Este pequeño truco era muestra de que había poca lógica detrás de las elecciones de los terminales a jugar. ¿Se soñó con un familiar vivo? Se juega el terminal de la cédula. ¿Se soñó con un familiar muerto? La fecha del cumpleaños. ¿Nació un hijo? Lo mismo. El jugador de billetes apuesta a algún tipo de manifestación divina —por eso de que en la Biblia, Dios se comunicaba con sus creyentes a través del canal onírico—. El gancho para atrapar el pez, por eso, era siempre el mismo: el melódico pregón del billetero, indicando los números y sus premios.

[Dicho por Rab] El Research Center for Material Culture es una institución ubicada en Leiden, en los Países Bajos, dedicada al estudio de la etnografía. Cada año escoge entre cuatro y cinco becarios junior de investigación para desarrollar un tema, y fui una de las receptoras en una edición pasada. En This Wasn’t Designed for Me, el ensayo resultante, investigué cómo grupos transcontinentales como las mujeres, las mujeres musulmanas y los motoristas con casco representan a millones de personas que no son tomadas en cuenta por el diseño de los aparatos portátiles tecnológicos.
Para muestra, un párrafo del ensayo.
The Modulor was a racist and sexist anthropometric scale of proportions. Le Corbusier based his housing designs around a healthy white European man of 183 centimetres, even rejecting the female form due to its purported lack of harmony. With modernism, design became a form of eugenics. As the Venezuelan researcher Fabiola López-Durán has argued, when Lúcio Costa imported modernism to create Brasilia, the city ended up being designed for the elite; even the black hands that built the new capital had to live in a satellite city. So to this day, Latin American modernism is associated with economic disparity instead of being the equaliser it was supposed to be. It ended up being something aesthetically and functionally available only to those at the top of the food pyramid.

[Dicho por Rab] La investigadora de diseño Alexandra Daisy Ginsberg y la diseñadora Natsai Audrey Chieza, editoras de la cuarta edición del Journal of Design and Science del MIT Media Lab, me contactaron con una petición singular: llevar mi investigación sobre las diferencias económicas manifestadas en la altura humana a una conversación con el investigador holandés Arne Hendriks. Mi investigación escudriña cómo el mundo de Europa del Norte no está hecho para las personas que baja estatura —en su mayoría inmigrantes que no se sienten bienvenidos por esas fallas en la ergonomía pública—. En el caso de Hendriks, su postura es que los holandeses, los seres humanos más altos en la historia del planeta, están utilizando demasiados recursos.
El resultado fue un diálogo titulado If You’re Reading This, You’re Too Tall —en referencia en cómo el acceso a la educación en inglés era un factor mayormente atado a la manifestación socioeconómica de la altura—. Como muestra, una de mis preguntas:
One of the key topics in my research is the present-day effect of colonialism. As a kid growing up in Latin America, I knew that western European people were taller because they were healthier. When you come from a country where most people don’t know where their next meal is coming from and your height suffers as a consequence of that, the hope that your children might be taller than you is a promise of abundance in itself. The average male height in the former Dutch colony of Indonesia is, for instance, 158 centimeters [62 inches]. Since the Golden Age, the Dutch haven’t been standing on the shoulders of giants, but on the shoulders of shorter people and the resource squeeze their height represents. Have you explored the issue of colonization in your work?
